Karina tiene 28 años. Su nombre es ficticio porque teme que su agresor, el que era su pareja, la encuentre y termine lo que empezó la última noche que la golpeó y la violó. Las últimas semanas, el infierno de Karina se volvió insoportable con el confinamiento por coronavirus. No solo por la cuarentena, sino porque cuando su maltratador salía, la dejaba encerrada con sus hijos. “Comenzó a estar más alterado cuando dejó de haber dinero en casa. Los niños estaban conmigo y vivían toda esa violencia”, cuenta la mujer que consiguió huir gracias a que la puerta se quedó abierta una mañana.

Desde que en México comenzaran las recomendaciones para contener los contagios, las llamadas por violencia de género aumentaron un 60% y las peticiones de asilo un 30%, según la Red Nacional de Refugios. “La violencia contra las mujeres no está en cuarentena, por ello es prioritario cubrir las necesidades de los que huyen de la violencia de género”, dice a Verne Wendy Figueroa, directora de esta asociación. “Con el tema del Covid-19 el agresor está todo el tiempo en casa”, dice Sabina Carrillo, directora de un refugio en el Estado de México.

A la crisis de salud producida por la pandemia se añade la inestabilidad económica que se cierne sobre millones de familias en los próximos meses. Esto genera un aumento de la tensión en los hogares que desemboca en más violencia. “Cuando el agresor está en confinamiento con la víctima el episodio violento viene más rápido. Se acrecientan las emociones, los sentimientos y el enojo”, explica Karen Valdez, psicóloga especialista en temas de género.

“Se refuerzan los estereotipos de las labores del hogar y se pone a las mujeres en un lugar de servicio obligatorio. Cualquier cosa que no sale como los agresores están esperando, se vuelve un pretexto para la violencia”, dice Marilú Rasso, directora de otro refugio en Ciudad de México.

Karina habla con Verne desde un refugio, “por fin puedo dormir tranquila después de muchos años. Es una sensación nueva”, dice. Al igual que ella, la última herramienta que tienen las mujeres y sus hijos cuya vida pende de un hilo es acudir a un refugio para garantizar su seguridad y bienestar. Estas instituciones brindan apoyo médico, psicológico y social para que las víctimas puedan comenzar de nuevo. Todas estas casas dependen del presupuesto del Instituto Nacional de Desarrollo Social (Indesol) que de momento no ha renovado su asignación anual y que pone en una situación muy inestable a la Red Nacional de Refugios.

Sin dinero, sin poder pagar a sus trabajadores nada más que el mes de abril y cada vez con más solicitudes de asilo, los refugios para mujeres en México se enfrentan a la amenaza del coronavirus con las manos vacías. “Nuestra capacidad ha sido rebasada pero no podemos negar el resguardo”, agrega Sabina Carrillo. En el Estado de México las solicitudes de asilo en refugios aumentaron 40% y el único centro disponible se encuentra al 120% de su capacidad.

Autoras: ALMUDENA BARRAGÁN DARINKA RODRÍGUEZ 

Fuente: El País


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